La Voz Bautista

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Biblia, mujer y migración

ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados establece una diferencia entre migrantes y refugiados. Desde este punto de vista, los refugiados son aquellas personas que se desplazan geográficamente huyendo de situaciones de guerra o de otros conflictos armados en los que hay alguna forma de persecución. En relación con la migración, esta agencia se refiere al traslado no por causas de amenaza directa que implique persecución o muerte, sino a la movilización por mejoras en la vida, el trabajo, la educación, la reunificación familiar, entre otras razones.

Sin embargo, las líneas para separar la situación que experimentan las personas en uno u otro sentido son muy delgadas. El desplazamiento que ocurre por conflictos armados, por desastres naturales o por otras formas de violencia generalizada, incluso la ausencia de garantías en temas de Derechos Humanos hace que abordar esta temática sea cada vez más complejo. Así, hablar de migración involuntaria y forzada implicará el uso de la fuerza o de la coerción, maneras explícitas en los sistemas sociales en los que predomina la violencia. Entonces, es necesario la comprensión de que existe un grupo de personas en situaciones equiparables a las de los refugiados, porque están fuera de su país de origen corriendo riesgos similares a los refugiados, pero que, por otras razones no pueden confirmar esta condición. Algo más, también se debe tener en cuenta la migración interna, la que ocurre porque las personas tienen que dejar sus casas habituales o sus tierras por amenaza de conflictos de poder que terminan en el enfrentamiento armado.

Adicionalmente, en el 2017, de acuerdo con la Organización Mundial del Trabajo, el 50% de las personas migrantes eran mujeres, y de esa misma cifra (232 millones de migrantes), el 44, 3% eran trabajadoras que habían decidido tomar estas iniciativas independientes de algún grupo familiar, sin buscar la reunificación. Las mujeres que hoy experimentan las complejidades de la migración suelen ir con sus hijos. Son víctimas de persecución, trata de personas, pérdida de sus derechos vitales, rechazo, abusos diversos, desigualdad laboral, pago injusto y hasta explotación.

La Biblia aborda el tema de la migración de una manera relevante tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En esta parte, inicialmente se destaca el relato de Agar y de Ismael, parte de la familia de Abraham y Sara, tal como lo muestra Génesis cap. 12-21. Para comprender está dinámica filial es importante considerar algunos eventos: Abram y Saraí no podían tener hijos; ellos no esperaron el cumplimiento de la promesa hecha por Dios; respondieron según la cultura y Abram escogió una concubina de entre sus esclavas; nace así su primer hijo, Ismael; la rivalidad, un eufemismo para describir la violencia intrafamiliar, aparece en esa casa unas veces de Agar hacia Saraí, otras de la esposa a la esclava y posteriormente entre los hijos Ismael e Isaac: Abraham adopta una postura pasiva ante tales acontecimientos. Vale acá una aclaratoria: la narrativa bíblica da cuenta de la condición de pecado social que había alcanzado al pueblo, pues se concedía la poligamia y esas formas violentas de trato y desigualdad que están implícitas en la relación amos-esclavos. También hay que recordar que, desde el inicio, el plan de Dios para el matrimonio ha sido la fidelidad mutua, un hombre una mujer; además, el llamado al trato respetuoso, amoroso y honroso que debe distinguir el hogar (Ef.5:21-33).

Al releer el pasaje de Génesis 21:9-21, aparece Agar, la esclava que había sido cosificada con la finalidad de traer un hijo a la familia. Una vez nació Isaac, Sara se sintió aventajada, decide actuar por sí misma, presionando para que la concubina sea enviada al exilio, junto con el niño Ismael. La historia bíblica evidencia: 1) la compleja situación de la madre y el hijo: quedaron desprovistos en el desierto, fueron desterrados, obligados a dejar atrás sus relaciones, familia; ella queda con el dolor de haber sido usada y después abandonada; 2) el rescate de ambos llegó de la propia mano de Dios: él le promete a Abraham que los cuidaría y bendeciría (vs.12-13), Dios oye los gritos, el llanto del niño (vs.17); el ángel llama a Agar (vs.18); los ojos de ellas son abiertos y puede ver la provisión de Dios para ambos (vs.19); la bendición de Dios les hace prosperar, superar la migración tan dolorosa y restaurados de una manera poderosa (vs. 20-21). Por la intervención de Dios ella/os pueden asumir su presente, saberse acompañados, abren sus ojos a la nueva realidad en la que la esperanza depende de lo que Dios hace más allá de la adversidad por la que han atravesado.

Al leer el testimonio de vida de personas como el que se acaba de describir es necesario entenderlo en el marco Veterotestamentario. En varios pasajes se encuentra la exhortación de Dios a su pueblo para que cuide, sea considerado, brinde trato justo a viudas, huérfanos y extranjeros, que representaban a los pobres y vulnerados del momento. Algunos pasajes en ese sentido conminan a ser empáticos con los migrantes (Ex. 23:9), no vejarlos ni humillarlos (Ex. 23:9), no oprimirlos (Lev. 19:34), no negar el derecho que tienen (Deut. 24:17). Pero, aún más llamativa es la propuesta de Éxodo 22:22-23 donde Dios dice explícitamente: “No explotes a las viudas ni a los huérfanos, 23 porque, si tú y tu pueblo lo hacen, y ellos me piden ayuda, yo te aseguro que atenderé a su clamor…” (NVI). Dios escucha el llanto y clamor de quienes, como Ismael y Agar, emprenden la travesía de la migración forzada o mixta o involuntaria. Esta es una verdad que debe sensibilizar a la iglesia universal de Cristo, en todo el mundo, para generar programas de atención que asistan en primera instancia, que acojan de manera planificada y que empoderen en la nueva etapa de vida, acompañando la transición y los cambios que el desarraigo implica. Esto es ser iglesia a la manera del Dios migrante.

El nacimiento de Jesús en Mateo 1:18-24 revela la obra poderosa de Dios al encarnarse en el niño que nacería para ser salvador del mundo. Emanuel, el Dios con nosotros, es la razón de pensar teológicamente en el Dios migrante, que salió de su lugar para envolverse con el humano y ejecutar así el plan de redención a través de la ofrenda perfecta en la persona de Cristo Jesús. Esta verdad es central para comprender el amor del Padre por la humanidad creada y por sus hijos e hijas a quienes él ha salvado, por los cuales se interesa aún en esta situación migratoria.

Otro dato histórico que no se puede perder de vista es que Jesús niño experimentó el rigor de la migración. Primero, se le ve en una migración interna camino a Belén, naciendo en condiciones paupérrimas, ya que las condiciones de pobreza y salubridad que se vinculan con el pesebre son notorias. Seguido de ellos, la familia y el pequeño niño se ven urgidos a desplazarse debido al edicto del emperador para matar a los menores de dos amos y van rumbo a Egipto, lugar donde Jesús pasa parte de su primera infancia (Mat. 2:12-23).

Sin dudas, estos hechos fueron influyentes en la vida de Jesús. Su ministerio para todos no dejó de lado a los extranjeros con los cuales se identificó desde el primer momento (Luc. 4:18-19). Además, le vemos bendiciéndoles en Mat. 25:35 al decir: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; 36 necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron” (NVI).

La coherencia de Jesús sirve de inspiración y modelo. Se dirigió a la mujer sirofenicia teniendo con ella un diálogo teológico que dejó atónito a sus discípulos (Marcos 7:24-30). Se acercó a la mujer samaritana venciendo barreras socioculturales, morales, religiosas y de género, dándole oportunidad de salvación y restauración (Juan 4:1-42). Sanó a los 10 leprosos, entre los cuales estaba un doble despreciado por ser extranjero y leproso (Lucas 17:11-19). En consecuencia, si adoramos y seguimos al Dios migrante, entonces la iglesia es el pueblo migrante de Cristo tal como lo indica Hebreos 11:13.

El vínculo entre migración, mujer y la Palabra de Dios es evidente. Presenta, por una parte, el interés de Dios por todas las personas sin distingo de nacionalidades, pues ante sus ojos somos hijos e hijas por quienes ha pagado un alto precio, la sangre de Cristo; razón por la que la nueva ciudadanía nos hace personas cercanas, interesadas unas por las otras, con una mirada inclusiva, igualitaria, misericorde. Por la otra, desafía a la iglesia a asumir su responsabilidad en contexto: (1) prepararse para reconocer las fortalezas y los riesgos de la migración en sus distintas expresiones; (2) permanecer enfocada en la persona sin juzgar la toma de decisiones que los lleva desplazarse, empatizando; (3) brindar la ayuda inicial para suplir necesidades básicas (alimento, vestido, higiene, medicina preventiva), esto se puede hacer en algunos casos, en alianza con organismos especializados en ello; (4) brindar orientación o establecer redes para atender aspectos legales y humanitarios; (5) coadyuvar la búsqueda  de empleo y estudios, según corresponda; (6) enseñar la interdependencia mientras se acompaña multidisciplinarmente (psicológica, legal y pastoralmente). En ocasiones las iglesias locales no podrán atender en todos estos niveles o procesos, pero se puede definir cuáles serían las áreas y líneas de acción para acompañar responsable y espiritualmente tanto a mujer, niños, niñas y sus familias cuando el caso lo amerite.

Oración final: “Padre de misericordias, ayúdanos a ser sensibles ante las complejas realidades que mujeres migrantes y sus hijos/as experimentan a diario. Ayúdanos a acompañarlos de la manera como tú lo has hecho con cada uno de nosotros. Permítenos recordar que todos somos peregrinos, que nuestra ciudadanía no está en este mundo. Qué seamos la voz de aquellas que ante sus vulnerabilidades no saben qué hacer, qué decir ni cómo denunciar a quienes les dañan. Queremos ser una iglesia que defiende a las nuevas extranjeras, huérfanos y viudas de hoy. Te lo pedimos en el nombre de Jesús” ¡Amen!

Referencias

¿Refugiado o Migrante? ¿Cuál es el término correcto? ACNUR, 2016. Fuente.

Migración o desplazamiento forzosos. Portal de datos sobre migración, 2022. Fuente.

Mujeres migrantes en Chile: oportunidades y riesgos de cruzar fronteras para trabajar. Migración laboral en Chile, 2017. Organización Mundial del Trabajo. Fuente.

Los niños dejados atrás. Una tabla clasificatoria de la desigualdad respecto al bienestar infantil en las naciones ricas del mundo. UNICEF, 2010. Fuente.

Migrantes en la Biblia y la vida cotidiana. Revista Cultura y Religión ISSN 0718-4727. Pablo Manuel Ferrer. Fuente.

Tamar Montilla
Licenciada en Educación Diferencial]
Magister en Orientación de la Conducta Humana
Estudios Teológicos a nivel de Licenciatura
Estudiante del Magister en Estudios Teológicos del STBS- STB

Decana Académica del Seminario Teológico Bautista de Chile
Miembro del equipo pastoral Iglesia CEBAP

One thought on “Biblia, mujer y migración

  1. Gracias hna. Tamara
    Interesante el tema, que hoy es muy presente y el desarrollo propuesto por usted.
    Los creyentes en Jesús como Salvador y Señor nos hace hermanos independientes de la ciudadanía temporal-política.
    Que el Señor nos permita reconocer y aceptar, que el otro, no es extraño.
    Bendiciones

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