Editorial
Iglesias Saludables en un contexto de crisis
La realidad de los últimos dos años en Chile ha sido compleja. Podemos identificar al menos dos crisis mayores, cada una con sus propios efectos.
La primera en aparecer fue el estallido social, cuya explicación se podría resumir en un descontento de una cantidad no menor de nuestra ciudadanía y cuya respuesta se canalizó a través de la elección de una Convención Constituyente. Esta crisis, manifestó una polarización importante en cierto sector de la sociedad, ya sea en interpretar el fenómeno ocurrido o la validación de expresiones de violencia como medio efectivo para generar transformaciones sociales. Todo indica que el plebiscito de salida de este proceso volverá a tensionar a nuestro país y también a nuestras iglesias.
La segunda crisis en aparecer fue el Covid-19 que nos obligó a modificar nuestra forma de hacer misión, a reunirnos virtualmente, distanciarnos socialmente, el uso continuo de mascarillas, entre otros elementos domésticos.; Pero, sobre todo, el fallecimiento de seres queridos, hermanos en la fe, vecinos y compañeros de trabajo, sólo en Chile, sobre 57.000 fallecidos por esta causa. Al dolor de la partida se sumó la ausencia de ritos fúnebres que generaron despedidas impersonales y redujeron al mínimo las muestras de afecto, tan terapéuticas para esos procesos.
Estas crisis han hecho que algunas cosas se naturalicen. Por ejemplo, se observa que se ha normalizado la violencia como recurso para resolver conflictos, la incapacidad para dialogar y escuchar se refleja en las redes sociales, donde las desacreditaciones y noticias falsas abundan. Al parecer, todo vale con tal de posicionar mi opinión y posición frente a ciertas temáticas. Por el lado de la iglesia, nos acostumbramos a la virtualidad, normalizamos la inasistencia a reuniones presenciales y caminamos por la peligrosa senda de seguir a Jesús sin comprometernos con una iglesia como familia de fe. La virtualidad nos permite vitrinear diferentes espacios litúrgicos, y consumir a criterio y al parecer, esta forma nos acomoda.
Por eso, este año queremos pensar en Iglesias Saludables, esto es, ocuparnos responsablemente de nuestra salud integral como personas, familias y comunidad de fe. Para ello debemos reconocer nuestra condición de necesitados, admitir nuestro cansancio y que el reposo que buscamos no siempre llega en la profundidad que necesitamos. En otras palabras, ser honestos, porque la verdad libera, mientras que la mentira esclaviza y profundiza el dolor.
Junto a la honestidad, debemos hacer opciones inteligentes que favorezcan nuestro mundo interior, como, por ejemplo, seleccionar la información que alimenta nuestros pensamientos, mantener una higiene espiritual intencionada, apartarnos de las discusiones interminables de las redes sociales y por sobre todo, recordar que Dios conoce nuestra realidad y nos pastoreará con sabiduría y amor.
Esto no implica que dejamos de hacer misión, sino que ponemos nuestra fragilidad al servicio de ella, porque, así como en la oscuridad observamos las luciérnagas, de la misma manera, en estos difíciles momentos podremos ver la luz de nuestro Señor que nos recuerda su presencia.
Una iglesia sana no necesita disfrazarse, antes bien, promueve la autenticidad de su membresía; no necesita sentirse superior a nadie, porque su ministerio no surge del mérito sino de la Gracia; Simplemente debe comprenderse amada y abrigada por Dios y desde esa experiencia amar y abrigar a otros.
Y es que en medio de las crisis y noticias falsas, elegimos la buena noticia, en lugar de alimentar odiosidades elegimos trabajar por la paz y oramos para que aquellos que sufren como nosotros, encuentren la misma respuesta que sostiene nuestras vidas: Jesucristo, Señor de la Iglesia.
Juan Carlos Barrera
Pastor Iglesia Bautista Coronel
Presidente Unión de Iglesias Bautistas de Chile – UBACH